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El presidente de honor del sindicato

Tras todo un volumen IV de la serie «Mis grandes predecesores» poco podrá añadir Kasparov sobre la figura de Fischer en el ajedrez. Pero a cuenta de una crítica que realiza en The New York Times sobre un nuevo libro acerca de la figura del genial norteamericano no está de más recordar lo que quizá haya sido la gran aportación de Bobby Fischer al ajedrez: la parte financiera. ¿Después de leer la siguiente cita quién pondrá en duda las palabras de Spassky acerca de referirse a Fischer como «el presidente honorario de nuestro sindicato»?.

(…) the chess world of the pre-Fischer era was laughably impoverished even by today’s modest standards. The Soviet stars were subsidized by the state, but elsewhere the idea of making a living solely from playing chess was a dream. When Fischer dominated the Stockholm tournament of 1962, a grueling five-week qualifier for the world championship cycle, his prize was $750. (…) Ten years after Stockholm, the purse for the 1972 World Championship between Fischer and Spassky was an astronomical $250,000, plus side deals for a share of television rights.(…) My epic series of matches against Anatoly Karpov from 1985 to 1990 fanned the sponsorship flames into a blaze—we were not going to play only for the greater Soviet glory now that we knew there were millions of dollars to be had. We had learned more from Fischer than just chess. Last year’s world championship match, in which Viswanathan Anand of India defended his title against Veselin Topalov of Bulgaria in Sofia, had a prize fund of nearly $3 million despite receiving no real publicity outside of the chess world. In spite of corrupt federations and no coherent organization among themselves, the top players today do quite well without having to also teach classes or write books while trying to work on their own chess at the same time.

— Gary Kasparov

Bobby Fischer ¿10 años en prisión?

Booby Fischer maravilló al mundo en los años 60 y 70, con un ajedrez que iba más allá del simple juego, aplastando a sus rivales del bloque soviético en una época de Guerra Fría. Fischer introdujo en el ajedrez el componente de la rivalidad maniquea, una rivalidad que cualquier persona, aún sin saber de ajedrez, podía entender y sentir.
Tras su renuncia en 1975 a defender el título de campeón del mundo conseguido en Islandia en 1972 y su posterior desaparición de la escena pública, Fischer se transformó en un mito. Nadie sabía nada de él, nadie sabía si volvería a recuperar su título. Todos soñaban con un Karpov-Fischer o Kasparov-Fischer.
Y Fischer reapareció, pero no para luchar por su título, sino para hacer un grotesco revival del Mundial de 1972, sólo que esta vez en la Yugoslavia de Milosevic y su limpieza étnica y con bastante dinero, de dudoso origen, de por medio. Fischer ganó y volvió a desaparecer. A partir de ese momento sólo reaparecería en intervenciones extrañas en minoritarias y desconocidas emisoras de radio de Extremo Oriente, intervenciones que lo mejor que se puede decir de ellas es que estarían a la altura de un tertuliano friki de Crónicas Marcianas. Porque ese sería hoy en día la única ocupación que podría tener Bobby Fischer, arrastrarse por programas de telebasura, vivir gracias a su nombre y a su pasado en un presente de esperpento.
Puede que Fischer haya sido la persona que más notoriedad le ha dado al ajedrez. Lamentablemente, ahora cumple con el típico de ajedrecista chiflado.
Si las autoridades japonesas que le han detenido por una irregularidad con su pasaporte cumplen con la normativa legal, Fischer sería deportado a EE.UU. donde le espera una pena de 10 años por haber violado el embargo impuesto contra la Yugoslavia de Milosevic en 1992. Para todo lo que ocurrió en esa época en Yugoslavia, y que sigue ocurriendo en el mundo, se me antoja que es una pena excesiva por el delito cometido. Salvo que se quiera pasar factura de las imágenes en TV de Fischer escupiendo contra la orden del Gobierno de EE.UU. que le instaba a no jugar.
Fischer puede ser un ajedrecista chiflado más, puede ser un extravagante, y puede tener unas ideas despreciables. Pero no se merece 10 años de carcel.